sábado, 7 de mayo de 2011

vestiditas de sábado

Si bien lo que causaron en un principio fue sorpresa, pronto los vecinos se acostumbrarían, y el hecho de que crecieran en veinticuatro horas sería visto como un divertido juego de vereda para pasar el rato, como cualquier persona podría inventar para engañar al tiempo que los fines de semana tanto aburre.

Eran dos, y sin embargo no podían sumarse para engañar a la altura y medir un poco más. Aquellas pinturitas de colores brillantes, que dejan los labios de Barbie y los cachetes ruborizados, estaban en el estante más alto de los secretos de mamá, allí donde las nenas no llegan hasta no ser señoritas. O hasta que ya no se lo prohíban.

Hartas veces habían intentado ablandar la rigidez de su madre, mediante, por lo general, ricos regalos culinarios, ausencia de peleas entre hermanas, o simplemente llegando del colegio con boletines de calificaciones que superan el diez. Pero a todo intento, le seguía el fracaso.

Una mañana de feriado, jugar en la vereda fue su mejor opción, y resultó tan divertido, que las horas decidieron extenderse y la energía se multiplicó. Y sintieron, de golpe, que los zapatos apretaban. Sí, habían crecido un poco más. Solo un poco, pero lo suficiente como para tener el derecho de desobedecer, y esta vez no fracasar. Entonces corrieron a la habitación de cama matrimonial y altos estantes, estiraron puntas de pie y alargaron dedos de mano, y como por arte de magia lo que era imposible dejó de serlo.

El hecho de jugar como niñas al sol por las mañanas, para jugar a ser dos mujercitas coquetas por las noches, se volvió una trampa de fin de semana al darse cuenta que la energía solar, y no la sopa de espinacas, las hacía crecer.

- ­Ya estamos acostumbrados, es lo que genera la magia de la infancia-, comenta el vecino de enfrente, con la misma inocencia de un niño.

Luego de una larga tarde de baño de sol, el tiempo parece pasar precipitadamente, para llegar a la frutilla del postre: por las noches, se enlistan en dos minutos, se ayudan mutuamente para tener cuatro manos y vencer la ansiedad, los colores parecen esparcirse por sí mismos sobre cada recoveco, cada rasgo de las niñas; decoran sus cuerpos con lentejuelas que titilan al reflejar la luz intermitente del televisor, alargan sus cabellos con pelucas de lana y los decoran con flores del jardín, juegan a tener diálogos de grandes y simulan el sonido de una bocina, porque claro, también se inventan, a veces otras amigas a veces algunos maridos, que las pasan a buscar, a veces en bicicleta a veces en cuatro ruedas.

Ahora ellas parten divertidas, con zapatos apretados pero rostros brillantes, muy vestiditas de sábado.




{Musa inspiradora}: tema "Vestiditas de sábado" de Flopa, y la consigna de escribir un cuento que contenga ciertos núcleos preestablecidos, propuesto por la materia "Comprensión te textos"

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