Cuando él se acercaba tanto pero tanto, que quedaba a milímetros de duende de sus labios;
era entonces cuando ella corría, también unos milímetros, su cara de cristal,
solo para que él la besara en la comisura izquierda,
solo para que él, así, acariciara su hemisferio derecho.
y con la brisa de sus manos primavera jura haber llegado hasta las nubes de Plutón.