martes, 31 de julio de 2012

Torbellino.


Él hacía de lo invisible, algo totalmente tangible, como si atravesar un océano fuera un trámite de lunes por la mañana.

Ella lo materializaba en forma de lágrimas, atravesando sus pupilas como burbujas de niños en colonia de verano. Todas sus emociones viajaban sin nombre, desde una guarida de mariposas alojada en su centro, justo en el espacio entre el ombligo y su lunar, hasta aterrizar en cuadernos multicolores, tejidos a mano y con sabor a té de miel.

Cuando lo absorbía por los ojos, su cabello tomaba forma de viento, y su cuerpo se desvanecía a la velocidad de torbellinos de cristal. Solo música su idioma, se acostaban bajo nueve soles y se arropaban con el vapor de su respiración. 

Entre besos de carmín y abrazos maremoto, quedan impresas sus constelaciones sobre sábanas de hotel.

Ellos pueden inventarse todo, menos su amor.

Surreal. Pintan una vida más que hermosa. 

martes, 17 de julio de 2012

Desvanecen.
















Y se pierden en tus dedos
aquellas noches interminables, esas sábanas livianas.

Ella recorre cada gramo de tu piel,
cuando tan juntos se besan, en silencio, tan adentro.

Cada vez que sientas sed,
con el agua enciende tu alma.



lunes, 9 de julio de 2012

Winter. I win.

cool.
please, don't get a cold.

I didn't mean being that cruel.

Viste mis palabras. Moda.

Estaba cortando un pan, que estaba en la panera, que había estado sobre la mesa de roble, de roble eran esa noche, que estaban los dos, que había festejo, que había jolgorio. Uno en un mundo, el otro en el otro, claro, por supuesto, en el otro.

Entre copas de cristal, son copos de cereal. Ella desayuna.

Abre mermeladas, hace fuerza, se resvala de sus manos, se le frunce la nariz. Hace frío. Frío de nieve, ese frío de sur. Ese que acompaña, que casi no lastima, que acaricia estalactitas, que pincha con amor, aunque estemos en julio.

Mermelda. Dulce. Es de ciruela, con aroma a vapor, lleva el color del vino. Pero es de ciruela.

Piensa. Lo piensa. Aunque no lo crea, aunque ni le crea.
Y se piensa. Ella, se piensa, con él, lo piensa.
Se piensa, no están juntos.
Y él se cree, en ese mundo de adultos y de puro coqueteo,
que es una estrella de rock, él y su ombligo.
Y ella, ella lo sabe. Pero de vez en cuando lo piensa.

Cuando vuelve a ese frío, ese frío de sur, cuando desayuna mermelada de ciruela de color del vino. Y se acuerda. Ni sus palabras, ni su voz. Tal vez su guitarra. Ni su voz.

Y en su voz.
Falta algo.
Vacío.
Epifanía.
Una herida.
Él nunca la amó.
Llora, se mete en la cama. Aprieta los ojos y congela ese adiós.

Quiere decirle que...