martes, 3 de enero de 2012

julio

Detrás de su puerta de roble, lo esperan los ojos más tristes del mundo. Hay una atmósfera que parece ser más fuerte que ellos, y él llega a distinguir un par de jarrones rotos, como en los dibujitos, prueba de que efectivamente esa angustia con la que ella lo recibe es consecuencia de un torbellino de emociones que acaba de abandonar la habitación. Solo unos minutos de retraso le alcanzaron para dar vuelta todo su monoambiente, hurgar por cada rinconcito que registraba, verificar debajo de cada adorno y de cada una de las alfombras, vaciar cada uno de los vasos de sus estantes, esos que él coleccionaba.

Era su forma de hacerlo hablar. De vez en cuando le pasaba, con una frecuencia de casi una vez al mes, le agarraban esas ganas locas de saber más de su chico: tenía la ilusión de encontrar algo allí, alguna cajita, llena de cartas, o de frases rotas, o de cassettes o de vinilos, o de papelitos de colores. Estaba segura que un día encontraría esa jaula donde él guardaba todas las cosas que ella nunca sabría, todo aquello que él nunca le diría.

domingo, 1 de enero de 2012

serás de marte

y te vi bajar por aquella escalera, tan tímido, tan seguro.
caminabas como en forma de río, mi mareado caracol de mar,
y tus cabellos se perdían entre cada corriente que soplaba el invierno;
yo fui solo primavera para tus pies.

el viento fue mi amigo, remolinos en tu pelo.
la pared de más atrás, color veneno,
la puerta del portón, madera añeja, barniz de piel.
ese aserrín, ahora tus pecas.
y tus comisuras. y tus ángulos. mi paisaje serán tus labios.

bajabas en terraza, sos tan alto, tan pastel,
colorado de vergüenza, atorado de ansiedad.
bajaste, yo subía, vos dijiste, yo advertí.
en algún punto, en aquel sueño, nos chocamos las mejillas,
nos perdimos interés.
hasta que nos abrazamos.

con puntitos de canela y cabellos de papel,
nos agarramos de dos palabras y secuestramos un abrazo.

parecías como recién llegado de marte.
estás tan lejos que ya no sé si te puedo esperar.