viernes, 28 de mayo de 2010

Me quedé sin monedas, tiro un poco de palabras

Ayer me enteré de que Macri cambió varias paradas de colectivos. Agregó más unidades, parece que de eso se tratan sus argumentos. Y ahora entiendo, con razón... yo te esperaba en la misma parada. Me quedó grabada tu fachada, así que ahí me instalé. El viaje que recorría, siempre con recurrencias, pero de libres ocurrencias, y con buena música, buenas imágenes, siempre sol y calor. Y frío, pero con calor. El viaje que recorría, ese viaje sin destino, pero recorrido en fin (y al fin, con un fin) (...) (o con dos) (...) (o con vos)

Pero claro, con razón. Ya no pasás. Yo sigo esperando, hago el llamado característico para hacer(te) frenar colectivos. Y que te lleven. A donde uno quiere, pero con un recorrido que ellos imponen.

Levanto la mano, de vez en cuando, cuando creo que se acerca el número de colectivo que espero (por razones de intimidad, no publicado aquí, no nombrado aquí, ni tampoco numerado, e-numerado). Cuando creo que pagar un boleto tal vez sería una buena inversión. Cuando creo que tal vez conseguiré frutos (o viajes).

No estaba teniendo suerte, mis especulaciones parecían no entender las nuevas reglas de este mercado financiero. Siempre ficticio, como en toda realidad (si es posible llamarla así, en un todo que nada de real tiene).

Pero ya entendí, ahora entiendo. Cambiaste de parada.

Ojalá pudiera echarle la culpa a Macri. Esta vez, no.







Ah, y qué lindo Buenos Aires. Ah, ojalá los colectivos nunca cambien su fachada, esa que no coincide con cumplir un Bicentenario de modernización y construcción de toda una sociedad, de una nueva sociedad. Los colectivos, que sigan recordándonos la antigüedad, que sigan recordándonos una historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario