viernes, 8 de julio de 2011

un mismo cielo

Entre todos sus papelitos desordenados y sus palabras desprolijas, se paró en puntas de pie y se acomodó unos mechones, de esos que molestan en la cara los días de viento.

- ¿Me abrazás?- le escribió en la esquinita de una nube.

Del otro lado del mundo, él manejaba un auto de verdad y hacía cosas de gente grande; desde la ventanilla, un pajarito le chistó para que mirara hacia arriba. Sonrió (no sabe si por el mensaje, o por estar haciéndole caso a un pajarito), y escribió en la nube de al lado:

- Te estoy abrazando todo el tiempo.

Es que a pesar de los kilómetros de ruta que los separan, comparten el mismo cielo. Esa noche se encontraron en sus sueños, y decidieron no despertar jamás.

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